"Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite, que está dispuesto a quemar nuestros hospitales, el Metro, los supermercados, con el único propósito de producir el mayor daño posible".
Antes de la intervención del Jefe de Estado, el exministro del Interior de la época, Andrés Chadwick, en un mensaje en el Palacio de La Moneda, había sostenido una idea similar y bajo el mismo tono: "No nos engañemos. Estamos enfrentando una verdadera escalada que sin duda es organizada para causar un grave daño a nuestro país y a la vida de cada uno de los ciudadanos".
¿Qué hizo que al segundo día de la revuelta de octubre, que ya había derivado en estallido social, el Presidente se dejara fotografiar rodeado de militares y pronunciara aquella lamentable oración bélica?
Horas antes, de manos del entonces ministro de Defensa, Alberto Espina, el Mandatario había recibido un informe secreto, bajo el sello de agua de Inteligencia, elaborado por la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE). Era el Plan Zeta de Piñera.